Louis Schneider es un policía que ha perdido la brújula; corrige un colectivo urbano de su recorrido para ir a ninguna parte: Louis ha caído en el abismo. No es el alcohol lo que lo ha llevado allí sino la idea del abandono de Dios. El tour inicial en el bus con gente metaforiza su pérdida del reino, bien visible en numerosos flash back. Y en esa caída y vuelta a la Tierra Louis arrastra aquello en lo que se ha convertido: sus lentes rojizos tornan en una perfecta mirada desganada y diabólica (y no como entendió el despistado Javier Ocaña en su nota de El País que lo interpretó como preciosismo sin sentido).
La búsqueda de un asesino serial junto a su amigo y compañero ha fracasado; y su problema con el alcohol lo margina de la investigación.
Por otra parte, un hombre está a punto de lograr la libertad luego de casi 25 años en la cárcel: es Subra, un supuesto redimido y asesino de un matrimonio, entre tantos delitos. Pero una de las hijas no olvida y se lo recordará en una carta: le otorga identidad a lo que dejó en su nefasto camino. Y justamente el hombre que lo atrapó fue Louis. Y él sabe que Subra no es ya un hombre sino un monstruo.
Louis también lo ha perdido todo: su hija en un accidente de auto y un catatónico estado de su mujer en el mismo suceso. ¿Por qué sigue viviendo Louis? No seguir viviendo es su respuesta. Y no deja de mirar hacia lo más oscuro del abismo.
Y en ese mirar arrastrará a todos y a todo: hasta saber cristalino su destino. Y allí va Louis. Con la MR 73, decidida herencia de su amigo, en busca de algo parecido no a la redención, sino en despedirse con precisión de lo más desahuciado del mundo. Louis ya no puede más.
Si Olivier Marchal había sorprendido con su anterior "El muelle", este film rescata lo mejor del polar, ese término que designa al policial francés de la mejor cepa. Golpea en el alma como el mejor Jean-Patrick Manchette, esos golpes que se dan no por no creer en nada sino por creer demasiado en todo, revestido de un falso nihilismo.
Y aunque esa sordidez lo va envolviendo todo, también aparece esa luz resplandeciente hacia el final, esa que enciende Louis con el acero de su arma. Y en estos tiempos en que todo orilla lo genuinamente ordinario, Marchal sobresale con tosca elegancia. Puntaje: 9
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