Pippa Lee, con sus 50 años y un esposo varios años mayor se replantea su vida. Y desde el elogio de sus amigos en el presente durante una cena acogedora, Pippa nos lleva en el recuerdo a un racconto intercalado de toda su vida.
Su problemática relación con su madre, relación enfermiza que marca su vida para siempre, y a partir de allí su enajenación del mundo. Pippa se ausente de cada presente vivido, y moldea como flashes para ser reconstituídos en su memoria. Sus excesos juveniles, el momento en que conoce el amor de su vida (su actual esposo) y una especie de condena que se atribuye por el dolor y la tristeza causada a quienes le rodeaban. Pippa no dejará de intentar agradar a todos y cada uno de los que tiene al lado.
A pàrtir de allí, su vida se bifurcará: un sonambulismo de autómata pronunciado y una relación misteriosa con el hijo de su vecina mucho más joven que ella.
Pippa no puede escapar de ese pasado tormentoso y restablecerá su vida como empezando otra vez. Y en esa otra vez deja de lado a su esposo y se libera de sus hijos.
Sí, he contado demasiado del argumento, pero creo que allí están las claves de aciertos y errores de la película. Si por un lado el tono gris pero aterciopelado le alcanza como su fasceta más pronunciada, lo unívoco de lo explicativo la torna un muestreo para una clase de psicoanálisis.
Es esa falta de construcción de un orden no de estructuración académica lo que más se le reprocha y ciertos despistes narrativos como la animación explicativa de un estado mental de desplazamiento. Aún así, insisto, hay cierto tono que a veces se impone. Puntaje: 6
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