En oportunidad de asistir al Festival de Mar del Plata del año 2007 -sí, con sus increíbles y lúcidos 92 años-, el director Mario Monicelli explicaba que un film como éste, que ironizaba sobre la sociedad de ese tiempo, sería ahora impensable, que el humor pasaría por reírse de políticos o de los estamentos del poder.
Y pareciera que esto sería cierto...Pero entonces...¿Por qué este film nos sigue deleitando?
Entre otras cosas, y para no extenderme demasiado, porque un film no solo nos cuenta aquello que sucede en la puesta en escena, sino también ese momento sagrado que es el tiempo de la realización, y mucho más en un film que retrata su época.
Un grupo de amigos se junta periódicamente y sale de "caravana", un día entero, o dos, o una semana. Y se divierten del "otro", y por supuesto, de ellos mismos. Porque todos son respetables hombres de la sociedad: el dueño de un bar, uno que ostenta el dudoso título nobiliario de Conde, un periodista, y un arquitecto del municipio; y a posteriori se agregará un brillante cirujano.
Ellos son el grupo que retornará a la niñez, a esa época donde las líneas divisorias sobre el qué y cómo reírse están por demás de diluidas, y entre presentación de personajes para contrariar aún más sus excesos (y de todo tipo) y despliegue de humor, sí, irreverente, cambian risa por lágrimas a diestra y siniestra.
Si hasta en el funeral del final no pueden dejar de sonreir al sol, pero claro, siempre con la mayor seriedad.
Mención aparte se merecen el grupo de cinco talentos entre los actores, y siguiendo el orden en que los presenté anteriormente: Duilio del Prete, Ugo Tognazzi, Philippe Noiret, Gastone Moschin y Adolfo Celi.
Y entre todas las escenas memorables, me quedo en el momento en que el Profesor Sassaroli le entrega su esposa al enamoradísimo Rambaldo: pero eso sí, su mujer incluye hijos, perro parecido a un hipopótamo, criada y demás accesorios. Y ya allí el gran Adolfo Celi como el Profesor Sassaroli se tornará en uno más del equipo.
Título que dió lugar a dos films posteriores, este Amici Miei (Amigos míos) encuentra a Mario Monicelli con uno de sus títulos más recordados. Y téngase en cuenta que al momento de su realización, el mundo se cobijaba de "ideas políticas" y de revoluciones tardías. Monicelli, en ese contexto, se dedicó a mirar y retratar a la gente, pero no desde lo alto, sino a la altura de sus ojos. Ese es su mayor mérito. Puntaje: 8
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