Digamos que una viejita de unos noventa años vive en una extraordinaria casona acompañada por la excelente perfomance de Philadelphia -una perra increíble (sí, un can)- y que tal propiedad es deseada por un vecino de enfrente de autos lujosos, mujeres caras y secuaces al tono. Todo en medio de un bosque y donde la propiedad de la abuela está enfrentada además por una escuela de música para niños.
Sí, también el único hijo de esta señora se venderá al vecino de enfrente para venderle la propiedad bajo engaños.
Y mientras esta trama pequeña, cristalina, apenas hilvana lo que de verdad importa en los que nos relata: el final y una decisión por demás de previsible.
Entre los Flash Back de la anciana que rememora sus días felices como bailarina y elastizado cuerpo, sus recuerdos de su hijo niño y un futuro que es presente siniestro, y la obesidad y estupidez mayúscula de su torpe nieta, una serie repetitiva de imágenes ralentizadas que comienzan exactamente dónde comienza la música edulcorada (el leiv-motiv del piano recuerda las peores musicalizaciones del cine argentino), decía o aclaro que es el típico film que motiva al engaño.
Su pretenciosidad fotográfica en blanco y negro está acorde con esa opinión del mundo que termina en un tiempo pasado y que solo se sostiene en la pareja de profesores de música.
El upper cut recurrente al menos se silencia en los planos finales que explican mejor el film con un travelling que se eleva al cielo. Quizá el film estuvo allí todo el tiempo para llegar a ese movimiento de cámara. La prodigiosidad de la perra y un verdadero esfuerzo actoral de Danuta Szaflarska sostienen por momentos el resto del metraje. Puntaje: 5