Sagrada revolución
Haremos una lectura a Los Miserables de Tom Hooper,
señalando los indicios que nos indican porque esta es una de las películas más
revulsivas, para cierta mentalidad, que el cine ha dado en los últimos tiempos.
La primera acción de Jean Valjean, nuestro protagonista, es
clave para comprender la simbólica alrededor de Los Miserables. Jean Valjean es
un presidiario. Cumple servicios al estado amarrando inmensos barcos en la
ciudad. En la primera escena de la película lo vemos como pese a la tormenta,
la lluvia y las olas, logra ingresar un gigantesco barco, ayudado tan solo por
sus compañeros de circunstancia y algunas sogas. Recordemos entonces: hacer
ingresar el barco a la ciudad.
La otra imagen clave también se da al inicio. Javert, el
guardia obsesionado con Jean Valjean, observa desde las alturas el trabajo de
los presos. Estas oposiciones son simétricas: la película contará el ascenso de
Jean Valjean y la caída de Javert.
La revolución francesa no fue religiosa, y mucho menos
católica. Al contrario: durante sus días se llegó a coronar como divinidad de
Francia a una prostituta que representaba a la racionalidad, a la Iglesia le fueron
confiscadas tierras y desde esa llamada "Ilustración" nos viene la
mala fama que procesos tan complejos como La Edad Media y la Inquisición han tenido.
Cualquiera que investigue seriamente sobre ambas se dará cuenta que no fueron
tan malvadas como se nos quiere vender. Es responsabilidad nuestra no dejarnos
contar la historia hecha por los ganadores, como todo argentino lo sabe a la
hora de enfrentarse a los sucesos de Rosas. E incluso del peronismo. Una señal
de ello es un episodio poco conocido (¿casualidad'?), de esos días: la llamada
Epopeya de Vendée, una alianza guerrera entre campesinos, sacerdotes y nobles
en contra de la revolución y sus reformas.
Jean Valjean es un pecador. Se ha caído. Primero de manera
original, situación que hereda de nuestro padre Adán. Luego por su propia
acción. Su lucha en la película es una lucha por resarcirse. No ante la mirada
del hombre, sino ante la mirada de Dios. Sabe que su situación fue injusta:
estuvo preso por haber robado un pan para alimentar a un niño enfermo. Ese no
es el crimen que lo atormenta. Jean Valjean se castiga por haber sido salvado
milagrosamente por la
Providencia de esa situación injusta y no haber estado a la
altura de esa salvación. Cumplir a Fantine la promesa de salvar a su niña es
darle un sentido al propio milagro que ocurrió en su vida.
¿Que milagro vivió Jean Valjean? Con libertad condicional, y
cuando era rechazado por todos, ingresó a una iglesia y robó su platería. La
policía lo detuvo pero el Padre de la iglesia, lejos de denunciarlo, declara
habérselas entregado, añadiendo incluso que olvidó llevarse otras piezas. Jean
Valjean, que solo conocía de miseria y dolor, vive el milagro de la piedad.
Años después, cuando gracias a esa misma platería logra convertirse en un
alcalde y patrón justo, no escucha el reclamo de una sufriente Fantine, cosa
que la lleva a la muerte. La culpa ante esta muerte empuja a Jean Valjean a
salvar a la pequeña hija de Fantine, la angelical Cosette. Salvarla a pesar de
su propia libertad, a pesar de su propia salud. Jean Valjean inicia el único
camino posible para la salvación: el camino del sacrificio.
Jean Valjean quiere ascender. Es interesante ver en la
película como este ascenso está marcado de varios formas: por posiciones y
movimientos de cámara, por miradas al cielo, por rezos implorando de rodillas.
Esta conciencia de la situación es incluso reforzada por la cantidad de veces
que en las letras de las canciones se hace alusión directa a las caídas, lo
mismo que la cantidad de veces que se lo ve a Jean Valjean derrumbarse en el
piso.
Javert, que estuvo siempre en lo alto, pero falsamente,
también vive un milagro, el de la piedad, al ser salvado de la muerte por su
enemigo Jean Valjean. Javert no puede vivir con la consciencia del milagro. Y
prefiere lanzarse al vacío, prefiere descender. En una de las canciones que
tiene sobre un tejado (donde sin ser religioso quiere estar a la misma altura que
La Notre Dame
que tiene enfrente) Javert canta sobre Lucifer, caído por no soportar el plan
divino. Javert cae por la misma razón, mientras que Jean Valjean, por
entregarse a este plan, logra ascender.
El sacrificio de Jean Valjean es tan alto que hasta acepta
para su hija al hombre que ella eligió: un revolucionario. Los revolucionarios
no eran hombres religiosos. O sus creencias trascendentes estabas apoyadas en
sociedades secretas anticatólicas como la masonería y la llamada gnosis. Jean
Valjean, cuando el revolucionario puede morir, ruega por él, aún sabiendo muy
bien de que clase de hombre se trata. Y en esto la puesta es excepcional. Jean
Valjean ruega rodeado de símbolos masónicos: ruega dentro de una pirámide
formada en un vidrio, ruega siendo observado desde una pared por el dibujado y
alto ojo de Isis, símbolo masónico por excelencia. Pero Jean ruega de espaldas
a este ojo, ruega a un poder superior a él, más alto. Jean ruega a su Dios
católico. Y el hombre es salvado.
Marius, el revolucionario, viene de una familia tradicional:
aristócrata y católica. Pero ahora, con su accionar revolucionario, se ha
convertido en una deshonra para su familia, materializado esto en el desprecio
que le demuestra su abuelo. Marius y sus amigos, el día que planean hacer
regresar la revolución, se encierran en una barricada pero pronto son rodeados
por las fuerzas reales. De esta aventura solo Marius se salva, y gracias a la
intervención de Jean Valjean. El resto muere. Los revolucionarios esperaban el
apoyo del pueblo. Pero el pueblo no los acompaña. ¿Por que será? Marius se
salva, pero antes debe morir como revolucionario. Desciende, como Jesús, a los
infiernos, convertidos en cloacas. Y de allí resurge, convertido en otro
hombre.
Marius comprende su error. Canta un luto para sus
compañeros, pero su acción se distancia de ellos: regresa al hogar junto a
Cosette, su nueva esposa. Allí es bendecido desde lo alto de la escalera por su
abuelo, quién le da la bienvenida al hogar para seguir la tradición de la
familia. Esta escena no es casual, su distribución tampoco. En lo alto la
tradición familiar religiosa, en lo bajo los nuevos esposos, listos para
ascender. Los acompaña Jean Valjean, pero él no es un hombre de hogar. O mejor
dicho, su casa es otra.
Pese a ofrecérsele un cuarto con crucifijo en la pared, Jean
Valjean decide marcharse haciendo su último sacrificio: alejarse de su hija
para que no tenga que cargar con su deshonra. Los novios no lo obedecen y van a
buscarlo a la iglesia donde está recluido. Aquí otro acierto de la puesta para
contar su relato: Jean Valjean ha ascendido a Papa. Así lo demuestra el trono
en el que está sentado, la capa que tiene puesta, la lampara que está detrás de
su cabeza a modo mitra papal. Los novios se arrodillan frente a esta figura y
le muestran su alianza. El papa los bendice como matrimonio, unión que antes no
habíamos visto ya que habíamos pasamos directamente a la fiesta. Es decir, este
es el verdadero sacramento que merece ser visto. Jean Valjean muere y Fantine
se queda cuidando a la pareja, mientras él cruza un puente que lo lleva a un
cripta iluminada, donde con los brazos abiertos lo espera aquel buen Padre que
ya antes lo hubiera rescatado.
¿Quién es Fantine? En la tradición la mujer es La princesa, La Virgen y La Iglesia. La pareja
queda protegida espiritualmente por la Virgen y la Iglesia , esperando el ascenso de un nuevo vicario
de Cristo. Ya habíamos visto este anuncio en Fantine con el tipo de prenda que
lleva en el taller donde trabajaba, un manto azul con capucha. Recordemos que
el azul es el color de la virgen, opuesto al rojo y negro que cantan los
revolucionarios.
Jean Valjean cruza el puente que une este mundo con el
celestial. Se es papa porque se pontifica, se es puente entre ambos mundos. Y
al ingresar al cielo vamos a la verdadera revolución. En ella una gran
barricada unificada resiste los ataques del enemigo. En lo alto Jean Valjean,
Fantine, y todos los que fueron justos. Un cielo sin pecadores, sin aquellos
que no abrieron su corazón a la piedad. Un cielo sin Javert. Los
revolucionarios del cielo cantan su resistencia, la resistencia de la fe frente
al nihilismo modernista. Jean Valjean, empujando el barco, que es la símbolo de
la Iglesia ,
penetró el corazón mismo de la revolución, introduciendo en ella la figura de
Cristo. La iglesia, como Fantine en aquellos barcos abandonados, puede ser solo
violada cuando está mal conducida, cuando no tiene a un digno representante de
Dios.
Los miserables le dice a nuestro mundo moderno y progresista
una verdad que luego de más de 200 años nuestra mente parece no haber
comprendido pese a todos los horrores que el materialismo y la racionalidad nos
han llevado, una verdad que a lo que es el mundo de hoy es una verdad polémica,
fogosa, incendiaria. Una verdad que es toda una posición ética, política y
espiritual ante la vida y el mundo. Todo eso en un musical de Hollywood, con
estrellas, con canciones. Los miserables nos dice la gran verdad de nuestro
tiempo, la única sobre la que debemos reflexionar y asumir: la revolución será
religiosa. O no será.
Esa sola idea, ¿no es revolucionaria?
Esa sola idea, ¿no es revolucionaria?
por Diego Avalos
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