La elección del destino
Vimos
The Pyx (1973) de Harvey Hart en el ciclo “Bazofi Deluxe” que coordina Fernando
Martín Peña. Hace tiempo que queremos ver esta película, la cual según el
maestro Ángel Faretta es una: “Obra maestra desconocida. Junto con La séptima
victima, el mejor film sobre satanismo jamás realizado. El exorcista -aclaro-
no es sobre satanismo sino sobre el propio Satán, que es muy diferente”. Ya el
maestro Faretta nos enseñó que el problema del artista (y no solo del católico)
es dar cuenta del otro mundo en este,
pero sin pasarse de rosca, sin hacer que el espectador sienta que eso que
sucede ya no lo involucra por pasar en una realidad ajena, cerrada, tan mágica
como imposible (de Macondo a Tierra Media sin escalas). Para eso el fantástico,
el ingreso a nuestro mundo de un elemento de lo extraño que altera una realidad
que aún sigue siendo la nuestra. Y por eso mismo nos involucra y aterra. Para
más información ver La mujer pantera
de Jacques Tourneur, Los pájaros de
Alfred Hitchcock o El exorcista de
William Friedkin. O leer “El sueño de los héroes” de Adolfo Bioy Casares, más “Nuestra
señora de las tinieblas” de Fritz Leiber.
El
rasgo formal más llamativo de The Pyx es como está construido su guión.
Alternativamente se nos cuentan dos historias: la de un policía que investiga
el misterioso asesinato de una joven prostituta en lo que parece ser un crimen
satánico, y la de esta misma joven, en sus últimos días de vida. Es decir, al
final, tenemos dos clímax: el momento del horrible crimen y el momento de su
aún más tenebrosa resolución. Lo brillante son los momentos en que una historia
alterna con la otra: en ningún momento se nos confunden los planos, en ningún
momento nos perdemos, sino que al contrario: esta forma novedosa al poco de
correr se nos vuelve lógica. Y lo que es mejor, necesaria.
La
combinación de lo policial y lo fantástico, cuando está bien resuelta, puede
lograr maravillas. Es el encuentro cara a cara de la racionalidad pura con otra
clase de lógica, la lógica del fantástico. Recomendamos especialmente bajo esta
premisa la novela “Legión” de William Peter Blatty, que tuvo una fallida
adaptación (no por culpa de su autor sino del estudio involucrado) en la
película conocida como El exorcista 3.
The Pyx
es esa clase de películas que hasta poco antes del final desconciertan. Pero
una vez terminadas, y pasado el susto, permiten ser reflexionadas e
interpretadas en su toda su grandeza. Mencionemos algo: el Obispo del Mal tiene
su centro de operaciones en un inmenso barco moderno. El Mal parodia los
sentidos, los invierte, por eso su accionar es perverso. Recordemos que el
barco en la simbólica es la Iglesia. Este barco es entonces una iglesia
invertida, comandada por un poseído diabólico.
Lo
más fascinante de esta historia es el camino que nuestros héroes emprenden, un
camino de pura tragicidad católica. Nuestra heroína pasa de la fe sin religión
al ritual en estado puro. No se puede vencer al mal sin ritual tradicional, nos
dice la película. La puesta en escena del ritual, la vuelta al origen, a la
tradición, es la manera de hacer operativa la fe que se tiene. El camino de
nuestro héroe no es menor, pasa del estado nihilista moderno al de creencia
total. Pero no una creencia tibia, que reposa en la simple división entre el
bien y el mal según la necesidad burguesa del momento, sino una creencia
trágica, feroz, que actúa y opera en la realidad del mundo y la Historia. La
película en este sentido es categórica. Nuestro héroe, cuando el Mal se alza
frente a él, tiene que dar el gran paso, uno en el que la noción misma del
crimen y lo incorrecto queda en suspenso. Ya no se trata de la ley del hombre
en el estado moderno. Es el momento de la actuación en un escenario superior,
total y urgente. Al cine la fascinan estas paradojas morales. Recordemos ¿Quién
puede matar a un niño? De Narciso Ibáñez Serrador, Los imperdonables de Clint Eastwood y Vivir y morir en Los Ángeles de William Friedkin. En literatura uno
de los ejemplos más interesantes es el del novelista argentino Patricio
Sturlese, quién se atreve a poner como héroe de sus historias a un Inquisidor
en plena Edad Media, enfrentado a peligrosas herejías. El padre Metri del Leonardo Castellani es también
otro ejemplo ideal, un hombre que atrapa criminales pero que no los juzga por
la ley del hombre, sino por la de Dios. Para ver el origen de este
enfrentamiento entre leyes de distintos órdenes recomendamos volver a las
trágicas historias de “Antígona” y “Edipo” de Sófocles, o asistir al terrible
juicio que sucede en la “Orestíada” de Esquilo. Simples mortales que se
enfrentan ante lo inconmensurable. Humanos que deben decidir entre aquello que
los rodea y lo otro que los supera. Caminos trágicos de héroes destinados, al
mismo tiempo, tanto a la derrota como a la gloria.
por Diego Avalos
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