Gestos en medio del infierno
En 1994 Rwanda se vio sumida en una guerra civil que dejó más de un millón de muertos, conflicto que comienza cuando en el siglo XVI los Tutsis (ganaderos) sometieron a vasallaje a los Hutus (agricultores). La colonización belga no hizo más que acrecenter las diferencias raciales, provocando una aversión racial de parte de los Hutus que desencadenó en un odio visceral para llegar a un genocidio que, como tal, fue de una extrema crueldad.
En ese contexto el director Terry George tomó una de las historias que allí ocurrieron para narrarnos las peripecias del gerente del Hotel "Mille Colines" para poder salvar la vida de muchas personas sin distinción racial. Los documentos de identidad no solo portaban un número y la fotografía del sujeto, sino que, y más importante, un sello que los cruzaban en tinta azul con su orden genético: Tutsi o Hutu, verdadero salvoconducto para los segundos, y pasaporte al más allá para los primeros.
De la misma forma que un país europeo generó la barbarie, al momento del genocidio los grandes países (Estados Unidos, Inglaterra, Francia y por supuesto Bélgica), se desatendieron más allá de los súbditos que allí se encontraban. Solo el gesto de apenas unos pocos hombres, el coronel inglés -un gran Nick Nolte- a cargo de los cascos azules y la gente de la Cruz Roja y organizaciones afines, tuvieron una actitud afín a las que las circunstancias humanitarias reclamaban.
Paul Rusesabagina -el gerente del Hotel-, un Hutu casado con una Tutsi, y con hijos de igual singularidad intenta preservar la vida de los que de una forma u otra van llegando al hotel de manos de la cruz roja o intentando evadirse del infierno que se vivía en las calles de ese país.
Con el decoro de no mostrar un regodeo en la matanza y dejando más en fuera de campo o mostrando apenas una parte para explicar la imagen de un todo, la película nos relata un hecho histórico con escaso histrionismo y una delicadeza extrema. Puntaje: 8
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