Venganza sin piedad
Bryan (Liam Neelson) es un ex agente de los servicios secretos y hombre de acción cuya cualidad es anticiparse a los problemas. Pero vive alejado de su hija Kim, verdadero sentido de la vida de Stuart. Kim vive con su madre, Leonore, quienes viven con su actual esposo, Stuart, un hombre de mucho dinero.
La película plantea desde el comienzo una versión maniquea del mundo: no hay grises en esta película, todo es blanco y negro. El pobre agente va una y otra vez a elegir un equipo con karaoke para que su hija practique su sueño de ser cantante profesional pero al llegar a la fiesta del cumpleaños número 17 de su hija en la gran mansión de Stuart, se encuentra con que su esforzado regalo es opacado por un equino descomunal que le regala su padre adoptivo.
Stuart se siente culposo por la poca atención dispensada a su hija y por ello permite que Kim viaje a Europa de viaje con su amiga Amanda. Sus dudas para permitir el viaje se centran en la maldad del mundo que él conoce sobremanera.
El mismo día que llegan a París son abordadas por un joven de gesto encantador que se ofrece a compartir el taxi y allí empiezan los problemas. Este no es otro que el encargado de contactar a jóvenes que llegan al aeropuerto para introducirlas en la trata de blancas. Al llegar Amanda Y Kim a la casa, y cuando esta última habla con su padre por teléfono, son atacadas por un grupo, registrado todo por el teléfono.
Con ayuda de sus amigos, Bryan comienza una cruzada para recuperar a su hija de un grupo albanés que opera libremente en París, y la odisea es una auténtica pesadilla.
Decíamos maniqueo, y entonces los malos aquí son extremadamente malos. La oscuridad más absoluta dictamina el perfil de éstos que son avasallados sin respiro por Bryan, incluso torturando a unos y otros para llegar a su hija.
Si uno puede separar estas cuestiones, entonces la película es un torbellino de acción trepidante. Pierre Morel, director también de Banlieue 13 (y ambas con guiones de Luc Besson), emerge como un director con un pulso perfecto para el género. Puntaje: 7
La película plantea desde el comienzo una versión maniquea del mundo: no hay grises en esta película, todo es blanco y negro. El pobre agente va una y otra vez a elegir un equipo con karaoke para que su hija practique su sueño de ser cantante profesional pero al llegar a la fiesta del cumpleaños número 17 de su hija en la gran mansión de Stuart, se encuentra con que su esforzado regalo es opacado por un equino descomunal que le regala su padre adoptivo.
Stuart se siente culposo por la poca atención dispensada a su hija y por ello permite que Kim viaje a Europa de viaje con su amiga Amanda. Sus dudas para permitir el viaje se centran en la maldad del mundo que él conoce sobremanera.
El mismo día que llegan a París son abordadas por un joven de gesto encantador que se ofrece a compartir el taxi y allí empiezan los problemas. Este no es otro que el encargado de contactar a jóvenes que llegan al aeropuerto para introducirlas en la trata de blancas. Al llegar Amanda Y Kim a la casa, y cuando esta última habla con su padre por teléfono, son atacadas por un grupo, registrado todo por el teléfono.
Con ayuda de sus amigos, Bryan comienza una cruzada para recuperar a su hija de un grupo albanés que opera libremente en París, y la odisea es una auténtica pesadilla.
Decíamos maniqueo, y entonces los malos aquí son extremadamente malos. La oscuridad más absoluta dictamina el perfil de éstos que son avasallados sin respiro por Bryan, incluso torturando a unos y otros para llegar a su hija.
Si uno puede separar estas cuestiones, entonces la película es un torbellino de acción trepidante. Pierre Morel, director también de Banlieue 13 (y ambas con guiones de Luc Besson), emerge como un director con un pulso perfecto para el género. Puntaje: 7
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