Un final inmerecido
Si hay algo que caracterizaba a este tipo de series era que regularmente se las cerraba en su temporada de culminación; el final de la misma cerraba todos los arcos argumentales e incluso dejaba abiertos muchos de ellos pero con los caminos trazados, de una forma u otra de todos los personajes principales.
Deadwood es la exacta excepción. Por disposición de HBO (Home Box Office), se prometieron dos largometrajes para cumplir un digno cierre, pero ya a esta altura (han pasado casi tres años de la última emisión), diremos que no se harán más. Y de esta forma dejaron empantanados muchos de los temas que esta tercera temporada proponía.
Si en la primera temporada teníamos al futuro comisario Bullock (Timothy Olyphant) como el personaje más destacado de la serie (por clara simpatía), es desde la segunda y en esta tercera donde el dueño del bar Al Swearengen (Ian McShane) se posiciona como el personaje más interesante con una profunda ambigüedad acorde al concepto de tiempo y lugar de la historia. Swearengen, con sus extraordinarias conversaciones -soliloquios- con una cabeza de un indio dentro de una caja, y sus constantes denominaciones irónicas (al comisario lo llamaba Pontífice), la serie se endureció con un capitalista que vertebraba los tiempos ha venir en la figura de George Hearst, un tremendo y cínico ambicioso y que se dio el gusto de cortarle un dedo al gran Al Swearengen.
El perverso Hearst se va, Bullock mastica toda la bronca, Al Swearengen planea la gran venganza y así nos dejaron sin nada. No es culpa de ellos. La falta de respeto al espectador se da en todo lados. Puntaje: 7
Deadwood es la exacta excepción. Por disposición de HBO (Home Box Office), se prometieron dos largometrajes para cumplir un digno cierre, pero ya a esta altura (han pasado casi tres años de la última emisión), diremos que no se harán más. Y de esta forma dejaron empantanados muchos de los temas que esta tercera temporada proponía.
Si en la primera temporada teníamos al futuro comisario Bullock (Timothy Olyphant) como el personaje más destacado de la serie (por clara simpatía), es desde la segunda y en esta tercera donde el dueño del bar Al Swearengen (Ian McShane) se posiciona como el personaje más interesante con una profunda ambigüedad acorde al concepto de tiempo y lugar de la historia. Swearengen, con sus extraordinarias conversaciones -soliloquios- con una cabeza de un indio dentro de una caja, y sus constantes denominaciones irónicas (al comisario lo llamaba Pontífice), la serie se endureció con un capitalista que vertebraba los tiempos ha venir en la figura de George Hearst, un tremendo y cínico ambicioso y que se dio el gusto de cortarle un dedo al gran Al Swearengen.
El perverso Hearst se va, Bullock mastica toda la bronca, Al Swearengen planea la gran venganza y así nos dejaron sin nada. No es culpa de ellos. La falta de respeto al espectador se da en todo lados. Puntaje: 7
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