Esperando lo inverso
Película japonesa dirigida por Hirokazu Kose-Eda, y premiada en varios festivales (incluso en nuestro Festival de Mar del Plata), encierra una cruel paradoja: si por un lado rezuma del mejor clasisismo japonés, por otro lado se asfixia de lo peor que ha generado el cine nipón. Y no estoy hablando de sus películas de acción.
Una familia se reune en la casa de los padres al conmemorarse el aniversario de la muerte de uno de sus hijos. La madre que se desenvuelve con presunta naturalidad, el padre que nunca termina de estar malhumorado pues le irritan esas reuniones, el hijo que no está a la altura de las pretenciones de su padre y el marido de la hermana que no es bienvenido. Y un nieto que corretea y hurga para encontrar en un momento el consejo del abuelo de ser alguien en la vida.
El problema es que es una película vacía y que no refiere a la ausencia del muerto (como si lo hacía la última película de Huston) o que descubría con pocos planos el sentido último de la vida en los films de Ozu.
La trascendencia se ve en este film desplazada por caminatas huecas cuando no estériles. El saber y el conocimiento apenas se desbordan cuando no se escamotea. Por ejemplo, es brillante el momento cuando la madre revela por qué quiere que el amigo culpable siga sufriendo cada año al recordárselo, y es brillante por el modo con que está filmado, inversamente al encuentro del hijo con el padre para evidenciar en primer plano el desentendimiento en el que se relacionan.
Quizá sean estos tiempos sin historia, pero el cine siempre dio muestras de saber hacerlo con un grupo elevado de grandes directores. La nada no es igual al vacío, esa es la confusión a la que este film nos somete. Puntaje: 6
Una familia se reune en la casa de los padres al conmemorarse el aniversario de la muerte de uno de sus hijos. La madre que se desenvuelve con presunta naturalidad, el padre que nunca termina de estar malhumorado pues le irritan esas reuniones, el hijo que no está a la altura de las pretenciones de su padre y el marido de la hermana que no es bienvenido. Y un nieto que corretea y hurga para encontrar en un momento el consejo del abuelo de ser alguien en la vida.
El problema es que es una película vacía y que no refiere a la ausencia del muerto (como si lo hacía la última película de Huston) o que descubría con pocos planos el sentido último de la vida en los films de Ozu.
La trascendencia se ve en este film desplazada por caminatas huecas cuando no estériles. El saber y el conocimiento apenas se desbordan cuando no se escamotea. Por ejemplo, es brillante el momento cuando la madre revela por qué quiere que el amigo culpable siga sufriendo cada año al recordárselo, y es brillante por el modo con que está filmado, inversamente al encuentro del hijo con el padre para evidenciar en primer plano el desentendimiento en el que se relacionan.
Quizá sean estos tiempos sin historia, pero el cine siempre dio muestras de saber hacerlo con un grupo elevado de grandes directores. La nada no es igual al vacío, esa es la confusión a la que este film nos somete. Puntaje: 6
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