BLOG DE CRÍTICA Y ANÁLISIS

martes, 9 de junio de 2009

Leni Riefenstahl - "Los Nuba"

"Los Nuba"
Leni Riefenstahl
Editorial Blume
Barcelona, 1978

De regreso al origen perdido
"El mito no es historia ocurrida en un tiempo anterior;
es realidad intemporal que se reitera en la historia"
Ernest Jünger, "La emboscadura"

Leni Riefenstahl fue una de las directoras de cine más importantes de las décadas del `20 al `40, destacándose con sus famosos films: "Triumph des Willens" de 1935 y "Olimpia 1 y 2" de 1938. Adscripta al régimen nazi, debió purgar en consecuencia todo tipo de persecuciones en las que no estuvo exenta de numerosos juicios y la encarcelación por varios años de parte de las fuerzas aliadas, además de la pérdida de los derechos sobre sus films en tiempos posteriores a la caída y capitulación de Alemania.
En los años posteriores, todos sus proyectos se vieron truncados por uno u otro motivo. Esto la llevó a dedicarse casi por completo a la fotografía y a incursiones submarinas. Como fotógrafa, pasó largos años junto a la tribu de los Nuba en Sudán, en los montes que llevan el nombre de la tribu, pero solo con una parte de ellos.
Y decimos solo una parte porque se adentró en un territorio prácticamente inexplorado, donde ni siquiera las autoridades sudanesas se acercaban.
¿Qué fue lo que motivó el interés obsesivo por conocer a los nuba? La respuesta son una obra de Hemingway y una fotografía del famoso fotógrafo inglés George Rodger.




Y si en el libro “Las colinas de África”, de Ernest Hemingway, fue una frase la que la obnubiló y estableció en sí una especie de jeroglífico espiritual a descifrar, que es esta: “Cuando, en plena noche, desperté, me encontré echado a la escucha, anhelante ya de volver a África”, es un perfecto punctum barthesiano en la famosa fotografía del genial George Rodger donde la perfección artística junto a la expresividad del nuba negro –que aunque no aclara, suponemos la altivez del sujeto que está arriba- la que la desveló durante años; ese punctum seguramente tiene que ver con eso tan arraigado en ella de lo mítico germano.
Si algo subyace en todas las fotografías del libro –que superan el centenar-, es la dominancia de lo corpóreo por sobre el entorno natural, como si de alguna forma todo el hábitat geográfico que los circunda atraviesa los cuerpos de cada uno de sus habitantes.
Esos cuerpos, que estarán relevados de sentido a partir de cenizas blancas, dibujos, símbolos, líneas, aros, colgantes, colores de sus ropajes o adornos; que portaran restos de animales o vegetales para semantizar huellas espirituales inmemoriales.
Porque todas sus actividades: la agricultura, el juego, las ceremonias y por supuesto el conocimiento de lo secreto estarán inveterados de lo sagrado.
Si bien los nuba habitan en una zona específica de Sudán, la mayor parte de ellos se han integrado a un entorno geográfico más avanzado espacialmente, con lo que el comercio e intercambio obligó a la inserción y contaminación de otras culturas. Pero otro inmenso grupo permaneció incólume a los deslizamientos temporales
Cuando llegó a la zona, Leni Riefenstahl se encontró con que no había allí, entre los nuba conocidos, ninguno que poseyera eso que le disparó internarse a posteriori y por numerosos años. Luego de años de búsqueda, finalmente se adentró en una zona a la que no llegaba prácticamente nadie, y donde cientos de nuba vivían exactamente igual que en siglos anteriores.
Portando su cámara, rollos y demás implementos, Riefenstahl convivió con ellos unas semanas para hacerlo luego durante años enteros.
Y en esa etapa de conocimiento, la artista aprendió compulsivamente su idioma, de tal forma que pudiera nombrar aquello que su mirada construía en su memoria y en cada una de las fotografías. Solo el lenguaje construye lo real, y lo real es más extensible en su entendimiento cuanto más aristas conocemos del objeto. Una cicatriz cruzada es una cicatriz cruzada, pero es un algo más cuando entendemos que de la suma de las cicatrices se constituye la identidad y sus variantes emocionales y culturales que la cobijan.
Los cuerpos de los nuba son lenguajes a descifrar. La fotógrafa hará hincapié en esos detalles para reinterpretar poses y miradas, angulación y elección de planos, y en cómo cada variante significará tanto un momento, como un estado, como una situación.
El libro está dividido en siete secciones: el primero, de cómo la autora llegó a los nuba; el segundo del hábitat y costumbres sociales; el tercero de la agricultura; el cuarto respecto al “seribe”, espacio retirado donde solo acceden los hombres; el quinto respecto a las luchas y combates donde son iniciados (una especie de luchas individuales); el sexto sobre el entierro y los muertos: el séptimo y último, sobre el lenguaje, terminología y lista de términos.
Si los cuerpos herculíneos dispararon a la autora hasta ese remoto lugar, no es menos que se entiende su relación con esa cuestión tan germana de la esbeltez y de la simetría perfecta. Los nuba son de aspecto atlético en los hombres y de singular belleza en sus mujeres. El color de su piel pone aún más relieve a ese aspecto.
Las fotografías darán cuenta en forma casi documental de la esencia de un pueblo que ya para principios de los `70 la autora prefigura la contaminación cultural, al tener contacto al conocimiento del dinero y la mayor rapidez para acceder a los productos de intercambio.
El pueblo no solo vivía exactamente igual que en siglos anteriores, sino que en sus prácticas era dable observar como lo mítico era carne de sus posturas. Allí, en medio de una gran zona inhóspita, lo atávico que para el espíritu germano siempre será ese lugar insondable al hombre, se aparece para la artista alemana en la consumación de los cuerpos que blanden esa representación como eterna.
Si los nuba soportan sin el más mínimo resquemor la acción de tatuajes y perforaciones sobre su cuerpo, las fotografías de Leni Riefenstahl darán cuenta del alma de esos habitantes con la candidez, el asombro y la sensibilidad de una gran artista.
Para quienes anteponen el pasado político de la autora al presente fugaz y esencial de la mirada en estas fotografías, se pierden un notable y excelente libro pleno de auténtica belleza. Y si una de las funciones o sentidos de la creación artística es el de conocer, entonces vemos aquí como de ese ignoto pueblo sudanés surcan imágenes que serán como eternas. Perdiéndose en los caminos y vericuetos de la historia, se perderán para siempre las imágenes de lo mítico; he allí otra posible elección. Estas fotografías y textos explicativos, nos direccionan hacia lo imperecedero. Y el sentido del arte, así, se materializa en estas páginas. Puntaje: 10






















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